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El Cabo de Gata, uno de los hitos del litoral mediterráneo en el Sudeste de la Península Ibérica, es el extremo de una sierra volcánica que limita por oriente las llanuras almerienses y los campos de Níjar. El contacto con el mar aparece marcado por la existencia de bellísimos acantilados que alternan con calas tradicionalmente aprovechadas como refugio por navegantes que se aventuran en sus confines, o para emboscarse y actuar desde ellas durante aquellos siglos en los que la piratería se adueñó de estas aguas, dificultando que se asentara una población estable en sus tierras, hecho que en parte las ha preservado.

Dominio de las encantadoras playas de su litoral: recogidas calas entre acantilados, o largas cintas arenosas, junto a las que suceden salinas, dunas, escarpes y aridez, acentuada por el predominio generalizado de una vegetación caracterizada por su adaptación al territorio.

La situación actual del Parque Natural de Cabo de Gata-Nijar es el resultado de la delicada convivencia entre su biodiversidad y una humanidad que, con diversas carencias como la incomunicación y la precariedad hídrica, origen de su singular ingeniería hidráulica, ha logrado mantener a lo largo de la historia un equilibrio excepcional; asimismo ha sido fundamental la voluntad de algunos grandes propietarios que han respetado esta tierra, salvando sus valores naturales de la avalancha de hormigón que ha alterado radicalmente las costas españolas durante la segunda mitad del siglo XX.

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